Vecinos de Longchamps denuncian que una banda de motos tomó el barrio

Se trata de la avenida Chiesa entre Rivadavia y Francia, una calle asfaltada, con bulevar, paralela a las vías del ferrocarril. Hasta hace, un tiempo los vecinos podían disfrutar de ese espacio público con sus hijos o tomar mate. Ahora ese territorio pasó a ser controlado por una banda de motociclistas que lo usan para hacer picadas a toda velocidad, exhibirse haciendo “cortes” ensordecedores con los caños de escale y piruetas a contramano. Además, anidan con parlantes a todo volumen.
En el lugar hay casas particulares, comercios, un jardín de infantes y una Unidad de Pronta Atención (con terapia intensiva). Todos quedaron expuestos a ruidos infernales y a un ambiente riesgoso, de lunes a lunes. Los motociclistas no quieren resignar su pista de picadas, se burlan de los vecinos que les piden piedad, y el Estado no logra devolver la calidad de vida a los habitantes de la Chiesa.
Pablo, vecino del lugar, dijo a Telenoche: “Corren picadas y hacen cortes, pasan de a dos, haciendo wheelie, sin casco, se te cruzan en los autos. Si les tocás bocina te insultan. Desde mi casa se siente todo, te tiemblan las ventanas, no podés dormir. Mis papás son mayores y no duermen. Nadie hace nada, ni la policía, ni la intendencia ni la justicia.
Aldana, otra víctima de las motos, contó: “Sufro un infierno. Hace tres meses que no puedo dormir. Me acuesto y ya estoy pensando en que van a empezar. Si me duermo me despiertan los caños de escape. Me genera ansiedad y miedo: parece que te van a entrar a tu casa. Mi mamá escucha el ruido y me dice mamá, tengo miedo”.
Esta vecina denunció la situación en el centro de monitoreo, en la intendencia de Mariano Cascallares, y también en la Unidad Funcional de Instrucción y Juicio N°2, Descentralizada Almirante Brown. En una de las denuncias que hizo en la justicia incorporó el delito de amenazas, porque, según el documento, al que accedió TN, una de las veces que les pidió a los motociclistas si podían dejarla dormir, la insultaron y le gritaron “te voy a prender fuego la casa, tomátela adentro”. No tuvo respuesta de la justicia y las picadas siguen vigentes. “En la fiscalía y me dijeron que yo tenía que presentar a los testigos y nombrar a las personas que me habían amenazado, cuando son personas encapuchadas”.
Verónica, dueña de un jardín de infantes ubicado en la misma cuadra, contó que por la mañana, cuando abre para recibir a los chicos, encuentra los restos de las picadas nocturnas: “Quedan botellas de vidrio rotas, botellas de plástico tiradas, vasos”. Además, orinan las paredes, tiran basura, vomitan, defecan, contaron todos los vecinos entrevistados, y “se burlan, disfrutan de que el otro se enoje”.
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